
Los Seis Yogas de Naropa — también llamados “Seis Yogas de Tilopa” debido a su origen — constituyen un conjunto de prácticas tántricas avanzadas en el budismo vajrayāna, diseñadas para transformar el cuerpo y la mente mediante el dominio de la energía interna y la conciencia.
Según la tradición, estas prácticas fueron compiladas por el maestro indio Tilopa (988–1069), quien extrajo la esencia de diversos tantras y las articuló como un sistema coherente. Su discípulo Naropa fue quien recibió formalmente las transmisiones y más tarde las transmitió al traductor tibetano Marpa, quien llevó estas enseñanzas al Tíbet.
Luego, el gran yogui Milarepa fue reconocido como el principal heredero del linaje, convirtiéndose en la figura más emblemática de la práctica.
El linaje continuó bajo maestros posteriores como Gampopa, quien, como maestro monástico, integró las enseñanzas de los Seis Yogas con la tradición Kadampa, consolidando así un linaje que perduró a lo largo de los siglos hasta las escuelas modernas.
Hoy en día, a través de traductores y maestros contemporáneos — como Glenn Mullin, quien recibió la transmisión dentro de la tradición Gelugpa y del linaje de Tsongkhapa— estas enseñanzas han llegado al mundo occidental, conservando vivo este linaje ancestral.

Los Seis Yogas de Naropa constituyen uno de los sistemas más profundos de transformación espiritual dentro del budismo tántrico, cuyo objetivo central es conducir al practicante hacia la realización directa de la naturaleza última de la mente. Estas prácticas condensan métodos avanzados de generación y disolución de la energía interna, entrenamiento meditativo y reconocimiento de la vacuidad en estados ordinarios y extraordinarios de conciencia. Su meta espiritual no es solo la acumulación de experiencia meditativa, sino la unión indisoluble del gran gozo y la vacuidad, considerada la realización más elevada dentro del Vajrayāna.
Estos yogas fueron concebidos como un camino completo hacia la iluminación dentro de una sola vida. Cada uno de los seis yogas cumple una función específica dentro de una secuencia integrada: desde generar el calor interno que permite controlar los vientos sutiles, hasta transformarse durante el sueño, en la muerte y en estados intermedios. Por ello, constituyen tanto una guía para la práctica meditativa en vida como un mapa para navegar conscientemente los procesos de morir y renacer, revelando su propósito supremo: la liberación definitiva en beneficio de todos los seres.


El primer yoga — Tummo — es conocido como: Calor Interno. En sánscrito se le relaciona con el término Chandali. El término tibetano “tummo” alude literalmente a “femenina feroz” (“mujer feroz”), evocando la naturaleza potente y transformadora de la práctica.
Aunque guarda paralelismos formales con técnicas de “kundalinī” de tradiciones hindúes — en tanto a trabajar con canales sutiles (nadis), energía (prana/lung) y chakras — su fin dentro del budismo tántrico es distinto: no busca un resultado físico o “poderes” mundanos, sino la transformación del cuerpo sutil para despertar la sabiduría primordial, purificar los vientos, y preparar el camino hacia la iluminación.
El tummo es considerado “la piedra angular del camino”: la base sobre la que descansan todos los demás yogas. Sin un correcto manejo del Tummo — de los canales, vientos y gotas (Tsa, Lung, Tickle) de energía sutil — es muy difícil que las prácticas más avanzadas sean posibles, porque no habría una base estable de energía sutil y purificación interior.
El propósito del Tummo no es meramente generar un calor físico agradable, sino utilizar ese calor — esa energía — como medio para purificar el cuerpo sutil, introducir los vientos (lung/prana) en el canal central, disolver las gotas sutiles, facilitar la experiencia directa de la naturaleza de la mente — la “luz clara” — y preparar la base energética y mental para los estados más avanzados de realización.
En ese sentido, mediante el dominio de la energía y la respiración, el practicante transforma el prana impuro en prana completamente purificado, lo que permite trascender la ilusión del samsara.

El segundo yoga del Cuerpo ilusorio se basa en la comprensión de la naturaleza ilusoria de los fenómenos. A través de esta práctica, el meditador desarrolla un cuerpo sutil refinado — un “cuerpo de sabiduría” — distinto del cuerpo físico ordinario, usando prana sutil + mente sutil.
En este contexto, se entiende que todas las experiencias — sensaciones, percepciones, pensamientos, etc... — son impermanentes, vacíos en esencia. La práctica ayuda a disolver la ilusión de solidez y permanencia, revelando la naturaleza semejante a un sueño de la existencia.
Dentro de esta categoría a menudo se incluyen prácticas como “el yoga de los sueños” (donde el practicante busca mantenerse consciente y lúcido durante el sueño, reconocer su naturaleza onírica, manipular el sueño, transformar objetos, recitar mantras, practicar visualización, etc.), y un sub-yoga de “multiplicación” / proyección onírica, con alcance más allá de lo físico.
El resultado espiritual aspirado: un cuerpo ilusorio que puede manifestarse como vehículo de sabiduría, libre de las limitaciones del cuerpo físico, lo que permite al practicante moverse en los niveles sutiles, trascender las ataduras del samsara y beneficiar a los demás seres desde un estado de mayor libertad.

El yoga de la Luz Clara representa la exploración de la naturaleza última de la mente — la conciencia más sutil no dual y libre de la conceptualización, la “luz primordial” innata radiante y la vacuidad clara sin obstrucciones.
La práctica de la Luz Clara puede realizarse durante el día, la noche o en el momento de la muerte.
Así, el Yoga de la Luz Clara se convierte en un medio para reconocer la mente más sutil como naturaleza búdica y como base para la realización final del camino.

El cuarto yoga — Phowa — es una práctica auxiliar y está dedicado a la transferencia consciente de la conciencia en el momento de la muerte, dirigiéndola hacia una tierra pura o un estado iluminado, evitando así el renacimiento ordinario bajo las limitaciones del samsara, utilizada en caso de emergencia cuando no se ha alcanzado previamente la iluminación mediante los tres yogas anteriores.
La práctica implica abrir la parte superior del canal central (charka
Sahasrara) y desarrollar una “salida” por la coronilla para permitir que la conciencia abandone el cuerpo. Este fenómeno tiene una correlación fisiológico — la apertura en la coronilla puede observarse mediante estudios cerebrales y radiografías.
Para practicantes que logran dominar el Phowa, la muerte se convierte en una oportunidad consciente de liberación, transformando lo que para la mayoría es miedo y confusión en un tránsito deliberado hacia la iluminación.
En este sentido, Phowa no es simplemente un “escape”: para quienes han trabajado con diligencia su cuerpo sutil y conciencia (a través del Tummo, el cuerpo ilusorio y luz clara.), Phowa representa la disolución del “yo” habitual y la migración consciente de la mente hacia un estado puro de Sabiduría.

La Proyección Forzosa (a veces también llamada “transferencia forzosa a otro cuerpo”), es una práctica que permite a los yoguis y las yoguinis muy avanzados proyectar su conciencia hacia otro cuerpo — ya sea humano o animal — a fin de “traspasar” su mente cuando el cuerpo original envejece o muere, prolongando de este modo su proceso espiritual o su vida física.
Sin embargo, hoy en día esta práctica es ―o bien rara, o bien ya no está transmitida en muchos linajes—, debido a su dificultad, su naturaleza altamente esotérica, y las implicaciones éticas / kármicas. En algunas escuelas la línea de transmisión de esta técnica se dice extinta o extremadamente restringida.
Por ello, aunque figura históricamente como parte del cuerpo tradicional de los Seis Yogas, su práctica se considera excepcional, reservada solo a practicantes con alto nivel de realización, y en muchos casos su enseñanza ya no está activa.

El yoga del Bardo es la práctica destinada a gestionar conscientemente el estado intermedio (bardo) entre la muerte y el renacimiento. Está íntimamente relacionado con las prácticas del cuerpo ilusorio, el yoga de los sueños y la luz clara.
La idea fundamental es que un practicante que domina el sueño lúcido, que ha logrado estabilizar la Luz Clara durante la vigilia y al momento de ir a dormir, y que posee un cuerpo sutil refinado (cuerpo ilusorio), puede — al momento de la muerte — mantenerse consciente durante las disoluciones, reconocer la luz clara, la naturaleza ilusoria de los fenómenos que se presentan posteriormente, y navegar el bardo con sabiduría, libre del apego y el miedo, guiando su renacimiento a voluntad o alcanzando la liberación en ese mismo momento en el estado intermedio.
Para quienes han avanzado en estas prácticas, el Yoga del Bardo ofrece la posibilidad de aprovechar la transición de la muerte como una gran oportunidad espiritual: la conciencia puede manifestarse en un cuerpo de sabiduría, alcanzar un renacimiento favorable, o incluso obtener la liberación total.
Para practicantes menos avanzados, la muerte sin preparación puede conducir a la reencarnación automática según el karma acumulado, por lo que se recomienda enfáticamente el dominio de los yogas precedentes antes de aventurarse en esta práctica.

Al revisar los Seis Yogas de Naropa como sistema integrado, resulta evidente que se trata de un camino progresivo: desde la transformación física-energética (Tummo), pasando por la purificación de la percepción de la realidad (Cuerpo Ilusorio, Sueño), hasta el reconocimiento de la naturaleza última de la mente (Luz Clara), y concluyendo con prácticas auxiliares dedicadas al final de la vida, Phowa y Yoga del Bardo, o incluso la Proyección Forzosa.
Tummo actúa como fundación esencial: sin calor interno ni control de los vientos sutiles, las etapas posteriores no pueden sostenerse con firmeza.
Las prácticas apuntan hacia un objetivo común: disolver la identificación con un cuerpo físico y una conciencia ordinaria, realizando la naturaleza vacía y luminosa de la mente, trascendiendo el samsara, y posibilitando la iluminación.
También destaca que para que el camino sea auténtico y fructífero, debe ir acompañado de la motivación altruista: la bodhicitta — compasión y pensamiento de beneficiar a todos los seres.
Finalmente, la transmisión de este linaje a través de los siglos — desde Tilopa y Naropa hasta Marpa, Milarepa, Gampopa y las escuelas tibetanas modernas — demuestra su relevancia histórica. Que en la actualidad haya maestros y traductores como Glenn Mullin dando acceso a estas enseñanzas demuestra que este legado continúa vivo, adaptado al contexto contemporáneo, y disponible para quienes buscan profundizar en el camino tántrico.
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